martes, 10 de enero de 2012

Espejo Bizantino

Espejo Bizantino
Cuento de Jorge Dávila Vázquez
(Ecuador)
Era de ébano y oro con incrustaciones de piedra preciosas, regalo decían del Basileus. Permanecia en la mesita de afeites de una gran dama del Imperio de Oriente.
Un día que ella estaba dedicada a cuidar de su belleza, lo tomó para mirarse y vio en la lamina de oro pulido enmarcada en la fina madera negra, un soldado de estrafalaria apariencia que cruzaba la habitación por el fondo, mientras otro penetraba en ella por la ventana. Dio un grito y se presentaron de inmediato los servidores. Se registró el palacio de un extrremo a otro y no aparecieron los intrusos.
La descripción que hacia la gran dama corresponde  a los turcos otomanos.
Dos años después, y luego de un largo y penoso sitio, Cosntantinopla fue tomada por los turcos, y la gran dama vio con terror como la imágen anticipada por su espejo se cumplia ante sus ojos desorbitados, y aunque gritó y chillo de angustía, nadie acudió en su ayuda. Los sirvientes habían abandonado el palacio varias horas antes.
Jhonn William Godward ( 1861 - 1892 )
A Maura, la cortesana que habitaba sobre el Gran Canal de Venecia,en un palacio que habá sido de un cardenal, le regaló el espejo bizantino uno de sus muchos admiradores. Ella lo miró con arrobamineto.
La lámina de de oro pulido sobre el fondo de ébano, había sido sustituido por un aluna de cristalde roca,pero seguía siendo hermoso.
- ¡Que bello¡ exclamó.
- !Como tú, dijo en tono seductor el caballero.
Ella sonrió, encantada y encantadora.
- Ý como tú, extraño mágico, mágico. Añadió el hombre.
- Ah, si?
- Sí, lo compré a un hombre que aseguraba predice el futuro.
Entonces ella se rió sonoramante.
- Veneciano supesticioso, murmuró, echándole sus brazos morenos al cuello y acercando sus labios a los del admirador.
- Eso dicen, Maura eso dicen. yo no fabriqué el espejo. y largos besos se mezclaron con risas.
entre quienes frecuentaban la casa de la cortesana estaba Michele di Rienzo, un joven amante de los objetos preciosos, raros y de las antigüedades.
maura miraba más que complacida al muchacho,que era verdaderamante atractivo, elegante, apuesto, con unos aires de figura de Botticelli; pero él estaba interesado sobre todo en las ricas telas que venían de oriente, y que servían para vestir inusualmente  a la dueña de casa, para cubrir sus muebles o para desplegarse como cortinas, que atenuaran la a veces excesivamente dorada luz veneciana: en las joyas deslumbrantes de la mujer, que provenían de Egipto, de la Roma antigua,de Persia, o habían sido trabajadas por los orfebres más célebres de Italia; y en los adornos del palacio, que procedían de los cuatro puntos cardinales del mundo entonces conocido, figurillas de jade y porcelana, de piedras semipreciosas, de plata o de marfil, bellamente esculpidas, pulidas, buriladas, pintadas, terminadas, esmaltadas, todas con el sello esplendoroso, de lo bello, lo costoso, lo exótico.
Cuando Michele fue admitido en sus habitaciones íntimas de Maura, ella ya estaba profundamente enamorada de él, sin siquiera imaginar que su ancia por penetrar en los dominios secretos de la sensualidad de una de las mujeres más codiciadas de Venecia, la Serenísima, era su ansia por estar cerca de unos objetos que no permanecían  la vista de todos, en particular del espejo bizantino, del que algunos le habían hablado con cierto temor.
Un día en que Maura se alistaba coquetamente para recibir a Michele, miró como el espejo de llenaba de agua, tal si la habitación entera se inundase. Lo apartó temerosa. "veo visiones", se dijo, pero de pronto recordó al olvidado admirador que le había regalado: "aseguraban que predice el futuro" había dicho el hombre, un ya lejano día de gran pasión.
Maura volvió a mirar el espejo, y el agua lo llenó de nuevo, íntegramente. Entonces la cortesana corrió al balcón que daba el Gran canal y lo lanzó al agua. "Ahógate tú y tus presagios" susurró, mientras volvía a continuar con sus preparativos para esperar al apuesto Michele.
este venía en una góndola hacia el palacio de Maura, en el momneto es que ella arrojaba el espejo. sus ojos no pudieron creer lo que veían. Impulsivamente, se lanzó a las oscuras aguas del canal, olvidando que no sabía nadar.
Se hicieron muchos esfuerzos inútiles por rescatarlo con vida.
Mientras  tanto, la imapaciente Maura, incapaz de sufrir la soledad de unas pocas horas, enviaba un recado al signor Furcini, un rico carnicero que vivía cerca del convento de los Frari, para que vinieera a visitarla, y daba órdenes que si ese ingrato de michele aparecia por allí le dijesen que estaba indispuesta, ocupada, que había salido, o mejor que no quería verlo más.
Franck Dickee ( 1853 - 1928 )


La condesa de  Matignon había recibiso en su juventud  muchos regalos de un alto personaje de la corte entre ellos un collar de perlas que había sido de la Duquesa de R... y el espejo Bizantino, que ahora tenía un aluna de cristal francés.
Una de las damas de compañía, Adriane de Louenciennes le contó un día que se decían cosas raras, relacionadas con la magia, con lo oscuro, sobre el espejo. Ella se rió con un despecio de  hija del siglo de las luces, que humilló mucho Adriane, quien se guardó bien de contarle que la joven duquesa de R... amenazaba publicamente que si la veía con las perlas que habían sido de su familia, no duraría en arrancarle el collar con sus propias manos.
Una noche de invierno de 1788 madame de Matignon iba a un baile, y ya a punto de salir se le ocurrió probarse el famoso collar de perlas, mirandose al espejo de Bizancio. de pronto emitió un grito. Adriane que leía en una esquina de la habitación una historia de amores imposibles escrita por una alta dama de la corte del rey Sol, levamtó la vista del libró, y niró el desconcierto de la condesa, que palpaba inquieta las cuatro vueltas de enormes perlas de collar. "Si ella supiera lo que ha dicho madame  de R...!", pensó, al tiempo que preguntaba, un  poco inquieta:
- ¡Necesita Ud. algo?
- Nada, nada
La señora de Louvenciennes ya no volvió a leer, solo contemplaba discretamnete el porte de gran dama, la elegancia extraordinaria y la belleza otoñal de un amujer que otrora había causado grandes pasiones, y su indudable turbación.
- Que venga el coche, Adriane, ordenó, con un leve temblor en la voz.
Ella salió discreta y rapidamente.
al volver halló que aparentemente tranquilizada, madame de Matignon se miraba ahora  en el gran espejo del tocador. Adriane le ayudó con los últimos detalles.
pero en el momento en que iba a salir, la condesa volvió a tomar, mecanicamente el espejo bizantino, y vio con claridad no ya un hilo de sangre, alrededor del cuello, como la primera vez, sino una mancha oscura como la que deja un corte, cuando empieza a coagularse la sangre. Dio un alarido y el espejo se estrelló contra la pared, haciéndose pedazos.
Adriene se persignó, murmurando "¡Jesús¡"
- ¡Maldito espejo! chillóa la condesa. Añadiendo con furia:
- ¡No sea usted supersticiosa, Louvenciennes!
Y salió temblorosa y teatralmente.
Adrianne recogió los fragmentos del espejo bizantino y los guardó en una bolsa de seda. Tiró los restos de la luna en añicos y vio una gran mancha de sangre, pero por más que buscó no encontró herida alguna.
Cuatro años después, oculta tras un manto de viuda pobre, llorando y persignandose, la señora de Louvenciennes vio ir  a la guillotina en una misma carretera a la condes de Matignon  - pálida, demacrada, pero con el mismo porte orgulloso con que salió esa noche del año achenta y ocho, a uno de sus últimos bailes -, y  la duquesa de R..., tan derrumbada por la dercanía de la  muerte, que no parecía ser la altanera dama que tiempo atrás había proferido unas amenanzas que las cumplió en el baile aquel, que ahora había parecía perdido en lo oscuro de los tiempos, y penso casi sin querer en la gran mancha de sangre en la luna rota del espejo bizantino.

Skipworth Frank Markham (1837- ? )
De alguna misteriosa manera y luego de predecir varias catástrofes, llegó el espejo bizantino a la dote de un joven religiosa de un convento de clausura americano.
permaneció por varios años en el fondo de un arcón, hasta que un día de  1850 en que las monjas arreglaban con ingeniosa y colorida ingeniudad un retablo navideño.
- Nos haría falta un espejito que refleje al Niño dijo la abadesa.
Y sor María catalina dijo que ella tenía uno entre sus cosas que trajo de su casa. Se preguntaron en  dónde estaría y fueron a buscarlo.
Recomendado ciudadosamente por algún hábil artesano, con una luna un poco opaca, seguía siendo bello.
Lo colocaron de tal modo que reflejaba la imágen y las velas que encendieron ante el retablo. Y allí se quedó para el resto del tiempo.
No faltó quienes aseguraron que en ocasiones pasaban por la luna, cada vez más moribunda, visiones  un poco extrañas. Pero como que las disolvía la tenue luz de las velas que se encendian en Navidad ante la imágen recostada del pequeño Jesús esculpido en Quito, el mismo año que murió madame Matignon.

Ilustración de Rolf Armstrong (1889 - 1960)

2 comentarios:

  1. Que viste en el espejo cielo?
    que viste que te puso triste?
    fue todo por culpa de mi anhelo?
    que es lo malo de mi que viste?

    No me das opción a remediarlo
    solo dices que te hago daño
    que el corazón tienes que remendarlo
    no es justo que me trates como un niño

    Me dices que conmigo estás fría
    También te digo que una vez no lejana
    Suspirabas por probar mi hombría
    y a mi venías para que te amara con gana.

    No se porqué quieres herir mi alma
    diciendome que por debajo te puse
    cuando mi corazón lo tienes en tu palma
    y como a una diosa siempre dispuse

    Solo se que amo como jamás lo hice
    a una gitanita dulce y mocosa
    que con su gracia me bendice
    alegre, traviesa y también pecosa

    Me dices que eres una joyita
    y que la tengo que saber cuidar
    te guardo dentro de una cajita
    para de mi corazón poderte sacar

    Y demostrarte todo lo que te quiero
    y si por ello sin querer te daño
    disculpa no es adrede, es el riesgo
    pues mi amor es de gran tamaño.

    Abreme tu corazón, dijiste que eras mia
    no lo guardes solo vida mia para ti
    no quiero pensar, si te vas algun dia
    que seria mi mundo vacio sin ti.

    Pero si de verdad eso ocurre
    Acuerdate de todo lo que te ame
    y manda un beso al infierno
    para que le llegue a la persona
    que sabia sacar a esa niña,
    a esa gitanita dulce y mocosa que hay en ti.


    Jeús con una lágrima que pugna por salir.

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